CAPITULO 1. ANTECEDENTES DE LOS NEGOCIOS VERDES10
El mercado ambiental
es la expresión de la acción colectiva frente a la crisis
ambiental. Revista Comercio Exterior
Marzo de
2002.
Es a finales del siglo XIX cuando se presenta la ecología como una nueva ciencia
biológica.
Con importantes obras prohijadas por estudiosos del medio ambiente
acuático, con valiosos aportes de los botánicos, y los zoólogos en menor proporción. El siglo XIX no sólo acuñó y dio forma a un nuevo término, el de ecología, sino que
lo
llenó de contenido suficiente para justificar el
nacimiento de
una
nueva ciencia, dentro de
una óptica transformista
y como rama especializada
de la biología.
El surgimiento de
la
ecología se vio privilegiado por el
desarrollo convergente de
muchas otras ciencias teóricas y prácticas, que
volcaron su interés a la problemática de los seres vivos y su entorno,
o en la elaboración
de nuevos métodos para
comprender los problemas de la
población.
1.1 El gran debate de Malthus acerca de la demografía y las tendencias
conservacionistas.
Thomas R. Malthus inició con su obra el gran debate de la población mundial y su
relación con el crecimiento
económico.
Cuando hablamos del tema de la
población mundial podemos
remontarnos hasta algunos matemáticos del siglo XVIII; y bien podemos citar Leonhard Euler (1707–1783), a quien se le atribuye
la autoría de los primeros estudios de los censos disponibles para descubrir las tendencias
demográficas, para los cuales utilizó modelos matemáticos. Pero el mundo aun debía esperar
más, fue entonces cuando a finales del siglo XVIII se dio curso al
gran debate sobre la población mundial, con
la
consabida obra de Thomas R. Malthus (1766 – 1834) investigación en
cual se recomendaba por primera vez en la historia
la
necesidad del control de la natalidad
para luchar contra la progresión demográfica que
amenazaba la misma supervivencia de la humanidad.
Durante el siglo XIX se multiplican los estudios demográficos contando con mejores técnicas
estadísticas, instrumento fundamental para el
estudio científico de
las
tendencias de la
población. Aunque el
objetivo de los demógrafos (Quètelet, Varhulst, etc.) fuese la población humana, lógicamente
sus
métodos de estudio resultarían de gran utilidad para los ecólogos que pensando
en los límites del
planeta enfrentaban los problemas de
las
poblaciones de ecosistemas
naturales, con sus
equilibrios
y evoluciones.
En medio del devenir histórico existente entre el hombre y la naturaleza, en el siglo XIX la humanidad asistió al surgimiento y consolidación de la revolución industrial, con sus impactos contrarios al medio ambiente; fueron tales los efectos, que se
hizo
necesario por fuerza de las circunstancias, la constitución grupos y sociedades de inspiración romántica para
salvaguardar los “monumentos naturales”, según
expresión de Alexander Von Humboldt refiriéndose a las maravillas de la naturaleza salvaje.
La naturaleza fue sumando amigos y protectores que realizaban
una
labor considerable en el estudio de las costumbres de los animales, elaboraron las listas de
especies en
vía de extinción, de igual
modo se realizaron campañas destinadas a la
preservación de los lugares de
mayor belleza salvaje,
incluso sin
estar catalogados
como zonas protegidas por los Estados y, concomitantemente se generó una progresiva concientización ciudadana
sobre el conveniente respeto que merece la
naturaleza, extremadamente frágil a pesar
de su gran
capacidad de viabilizarse.
1.2 Organizados entorno al ambiente
El interés en salvaguardar
los
múltiples espacios naturales y especies salvajes en peligro de
extinción, estimuló la creación de las principales organizaciones para proteger la naturaleza que se fundaron durante la primera mitad del siglo XX. Entre
ellas destaca el Nacional Trust británico, organizado al estilo de
una
fundación, que
ha logrado salvar infinidades de
parajes naturales del Reino Unido.
Resulta importante la convocatoria realizada por Paúl Sarazin, presidente de la Liga Suiza para
la Protección de la Naturaleza, esto marcó un hito trascendental puesto que fue
la
primera Conferencia Internacional sobre tal
asunto, que se celebró en Berna
(1913) y que cristalizaría años más tarde
en la Unión Internacional para la
conservación de la Naturaleza y de sus Recursos (UICN), organización independiente
que
agrupa a centenares de
otras organizaciones públicas y privadas, al
mismo
tiempo que convoca sus
famosas conferencias internacionales.
El impacto de
la
tecnología sobre
el planeta no es sólo una preocupación para los “ecólogos ambientalistas”, sino que
prepara el futuro desarrollo de la ecología política. Y en este caso adquiriere pertinencia el ejemplo de Fairfield Osborn como ilustración de la evolución de una mentalidad simplemente ambientalista hacia unas posiciones
más comprometidas y militantes, a
medida que aumenta el convencimiento según el cual, la mal llamada civilización industrial
es la mayor
responsable del deterioro del
medio ambiente.
La publicación de Fairfield Osborn (en 1948) intitulada “Nuestro Planeta saqueado”,
es un auténtico trabajo pionero de la ecología política, en
el cual se analizaron las
consecuencias catastróficas hacia
las
que necesariamente debía llevar la malversación de los recursos naturales. En 1956 se
publicó el papel
del hombre en el cambio de
la
faz de la
Tierra, interesante
trabajo de W. L. Tomas, referente al impacto cada vez mayor,
y en muchos de los casos perjudiciales del hombre sobre la naturaleza.
Durante largos años, los estudiosos preocupados por el constante aumento del nivel
de contaminación como consecuencia del desarrollo industrial sólo encontraban
comprensión entre los grupos más sensibles al equilibrio armonioso de la naturaleza.
La tónica general era la de un optimismo desmesurado a favor del “desarrollo”, entendido básicamente como
un constante crecimiento económico de todas las naciones.
Esta filosofía
se plasmó de modo
evidente
al iniciarse la década
de 1960, con la proclamación por parte de
la ONU del Llamado “decenio del desarrollo”,
durante el cual se multiplicaron
las
iniciativas, presionadas en
el mayor de los casos por los países del Tercer Mundo, que no querían
continuar siendo naciones parias
en un
mundo cada vez más rico.
Como consecuencia del progresivo desencanto de grandes sectores
de la población de los países industrializados frente al “desarrollismo” como
panacea universal a los problemas
de la
humanidad, la voz autorizada de aquellos biólogos, zoólogos, agrónomos y demás científicos que predicaban
un mayor respeto a los grandes
principios ecológicos fue cada día más escuchada, sobre todo al adoptar muchos de ellos una línea más comprometida, insistiendo en aquellos aspectos
de la ecología
aplicada que tenía mayor incidencia
en la problemática actual, tales como la
superpoblación, el
agotamiento de los recursos naturales, la contaminación y la destrucción de
los
ecosistemas vírgenes.
Una trascendental obra que apareció en este periodo fue primavera
silenciosa (1962) de la
bióloga
y escritora estadounidense Rachel Carson.
Esta
obra llegó a convertirse rápidamente en el libro de texto del ultra ecologismo. En este trabajo se
efectuaron
una
de las más poderosas
y conmovedoras denuncias de los efectos nocivos que tenían para la naturaleza el empleo masivo de productos químicos y las
consecuencias contaminantes de muchas
actividades industriales.
Utilizando un estilo cercano a la ciencia-ficción, analizó cuales serían
las consecuencias de la utilización de los pesticidas según las recomendaciones del
Departamento de Agricultura de Estados Unidos, concluyendo que se llegaría a la desaparición total de los pájaros y un profundo desequilibrio de la naturaleza. El
libro provocó
la reacción de
muchos científicos (J. Gordon Edwards, 1962), que lo calificaron de fantasioso. Otros apoyaron a la autora y, al amparo
de un extraordinario éxito editorial, lograron
que el Departamento de Agricultura revisara
su política pesticida y
que el DDT fuera
prohibido
por la legislación estadounidense.
Barry Componer, prestigioso profesor de Bioquímica de la Universidad Washington
de San Luís, preocupado ante la opción nuclear cada vez
más difundida entre los
países industriales como nueva fuente
de energía, llegó a ser uno de los dirigentes
del
naciente movimiento antinuclear y puso su talento, como teórico del ecologismo, en la obra Ciencia y supervivencia (1967).
Otro biólogo, Paúl R. Ehrlich, logró gran popularidad con la
publicación de la
bomba de la población (1968), obra en la
que
se analizaban los graves problemas que provoca la actual explosión demográfica. Pasando también a la acción, animó, junto con su mujer Anne, el movimiento
Crecimiento Demográfico Cero (Zero Population Growth: ZPG), destinado a la vulgarización de las técnicas del control de nacimientos y la promoción de la
esterilización Paúl R. y
Anne H. Ehrlinch publicaron, Población, recursos y
medio ambiente (1970), obra de ecología humana llena de sugerente enfoque al insistir sobre
los
límites de la tierra y las amenazas ambientales que
acechan al hombre y ponen en peligro los ecosistemas. Así mismo, en 1970, Máx Nicholson editó la revolución del
medio ambiente, justificando la
elección de este
título porque según
él la defensa
del
entorno sólo era posible
con un cambio de cultura.
Como fruto conjugado del trabajo militantes de
algunos científicos y de los grupos
de investigación
y presión sobre la temática ecológica se fueron creando y consolidando, durante la década de 1960, numerosas organizaciones
en favor del medio
ambiente que dieron
origen al ecologismo, entendido como una acción
militante en pro de
la
salvaguarda del entorno, continuamente
agredido como consecuencia del actual sistema de civilización industrial, excesivamente orientado hacia
el crecimiento económico a corto
plazo.
La utilización del término
“ecologismo” para definir
esta corriente de
pensamiento y de acción militante parece especialmente indicada
ya
que su objetivo principal
consiste precisamente en sensibilizar a la opinión
pública acerca de las leyes
fundamentales de la ecología que condicionan
a la propia supervivencia de la humanidad. Por otro lado, la inmensa mayoría de las acciones llevada a cabo por
los
ecologistas tienen como justificación la defensa
del
entorno amenazado por un
proyecto técnico o especulativo concreto (centrales, nucleares, urbanizaciones, industria, contaminante, transporte peligroso, etc.) dentro del ecologismo existen, como
es lógico, grupos de muy
variadas ideologías políticas.
Sin embargo el
denominador común de
las
principales corrientes es el
convencimiento de
que
la actual tecnología provoca transformaciones
que son sensibles a escala planetaria, por lo que deben extremarse
las precauciones para no provocar
desequilibrio que comprometen la frágil zona
en que es posible
la vida, la
llamada biosfera, sino
en su
totalidad, si, en aspectos que pueden ser fundamentales para supervivencia del hombre
sobre la tierra.
El ecologismo mundial ha multiplicado su iniciativa a
partir de la década de 1970, a medida que los distintos gobiernos fueron tomando
opciones nucleares con el fin de solucionar la crisis energética. Normalmente, las primeras centrales eléctricas que
utilizaron la energía nuclear durante la década de 1950 habían abierto grandes
esperanzas de cara al futuro.
Sin embargo, pronto se descubrió que la opción nuclear hipotecaba gravemente la humanidad, principalmente por la gran duración
de la radioactividad, tanto por los residuos producidos en
los
reactores como en los
mismos reactores, una vez acabados los años de funcionamiento de la central.
Por
otro lado. Como los procesos elegidos multiplicaban
enormemente las cantidades
de plutonio esparcidas por el mundo, parecía cada vez más probable la posibilidad de su utilización para la fabricación de nuevas armas
atómicas por un mayor
número de gobiernos e
incluso de grupos
incontrolados.
Es a finales del siglo
XX cuando el debate sobre la alimentación y el progresivo agotamiento de los recursos naturales cobró una nueva dimensión
porque, como consecuencia del
desarrollo industrial, la problemática de la alimentación se ha
transformado en la
del
progresivo agotamiento de
los recursos naturales.
Los economistas con sensibilidad ecológica
han sido los primeros en
percatarse de que el
crecimiento económico indiscriminado comporta necesariamente
la reducción de
los
recursos no renovables. Kenneth E. Boulding
utilizó en 1966 la
expresión gráfica de que la Tierra es como una “nave espacial” con unos recursos
limitados que deben ser utilizados de modo racional
y moderado para asegurar la
supervivencia
de la
humanidad.
A partir del convencimiento de que
vivimos en un mundo finito,
a la filosofía económica basada
en el
crecimiento exponencial (al
estilo de la escuela
estadounidense del
Instituto Hudson) va
oponiéndose otra que no sólo preconiza un crecimiento demográfico cero, sino también un crecimiento económico. A comienzo de
la
década del
70 el debate sobre el “crecimiento cero” tuvo especial resonancia, debido a la publicación
de dos obras significativas: el informe del Club de Roma, denominado Los límites al crecimiento y la carta Mansholt, edición de la
que
Sicco Leendert Mansholt envió, con
fecha 9 de
febrero, al presidente de la
Comunidad Económica Europea, Franco María
Malfatti.
La Carta Mansholt es el primer comentario autorizado del informe del
CLUB de Roma. Además de las variables analizadas por el MIT, Mansholt incluye nuevos sectores “políticos”, tales como la democratización de la sociedad, las relaciones entre
los
países más o menos desarrollados económicamente, la igualdad de oportunidades y el
sentido humano del trabajo. Las estrategias preconizadas por Mansholt
corresponden a las propuestas por el equipo de Meadows, aunque
incluyen acciones políticas que los investigadores del MIT eludieron deliberadamente, como, por ejemplo, instaurar una reforma aduanera a favor de los
productos no contaminantes y
reciclables y
la necesidad
de un
Parlamento supranacional con plenos poderes (como mínimo, a escala europea). Mansholt
insiste también
en la necesidad de sustituir el culto al producto nacional bruto,
como máximo exponente del desarrollo, por lo que
él llama la “felicidad nacional bruta”, siguiendo ideas que ya fueron anteriormente expuestas por economistas como Paúl
A.
Samuelson y Jan
Tinbergen.
1.3 Rol protagónico de Naciones Unidas
La ONU ha tenido un papel
preponderante en el tema ecológico, pues ha resultado ser
el punto de cita obligado de la mayor parte de los científicos y políticos mundiales
interesados por los problemas ambientales, por lo que no es
de extrañar que los temas
ecológicos hayan
sido
tratados en
profundidad, sobre todo
cuando han sido causado de una conferencia o programa a nivel mundial.
Por ese motivo, incluso cuando los distintos gobiernos han descuidado el aplicar las recomendaciones de la
ONU en sus programas políticos, la obra de sensibilización de la opinión mundial ha sido
siempre importante y, a
la larga, sus beneficiosas consecuencias se han
hecho sentir en muchos de los Estados miembros.
Los temas ecológicos casi han estado en la órbita de interés de la ONU, gracias sobre
todo a la UNESCO y a las actividades de los organismos medioambientalitas que
lograron el estatuto de consultores de dicha Organización. La anteriormente citada
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de sus Recursos (UICN) es, sin lugar a dudas, el ejemplo más significativo de esa etapa, ya que recogió la
tradición de las ligas proteccionistas creadas desde principios del siglo XX, al mismo tiempo que, con el apoyo
de la UNESCO, y
de las Naciones
Unidas, podía iniciar
sus
famosas Conferencias Técnicas Internacionales para la protección de la Naturaleza (la
primera de las cuales se celebró en una de las primeras sedes de
la
Naciones Unidas a pocos kilómetros de Nueva York, en Lake Success, en 1949). En sus
sucesivas ediciones se han tratado muy variados temas ecológicos, tales como el paisaje rural, la
flora y la fauna de los países densamente poblados, la
problemática de los fuegos agrícolas, el impacto de las centrales hidroeléctricas, los insecticidas y herbicidas, la ecología
del
hombre en el medio tropical, la erosión y la civilización, etc. Especialmente importante fue el Simposio celebrado en Arusha (Tangañika), en 1961, referente
a
la conservación
los parques naturales en los
nueve
países independientes del continente africano, cuyas conclusiones fueron incluidas en el programa político formulado por los líderes de las naciones de África fundadores de la
Organización
de la Unidad Africana (OUA).
La lucha contra el cada día más preocupante problema de la contaminación de la
atmósfera y de las aguas ha dado pie a continuadas iniciativas por parte de las
Naciones Unidas.
Así, por ejemplo, la
Organización Marítima Consultiva
Intergubernamental (OMCL), fundada en
1948 para facilitar el intercambio de documentación técnica sobre el
transporte marítimo, se vio obligada a crear un
Comité para la Protección del Entorno Marino, ante
el continuado vertido
de productos petrolíferos y demás contaminantes en las aguas oceánicas. Por su parte, en el orden del
día de
las
distintas conferencias internacionales sobre
derecho marítimo se constata una progresiva incidencia de la temática ecológica, no sólo en
lo
que se refiere al
citado problema de la contaminación
de las aguas, sino también
al tratar sobre la explotación y conservación de las riquezas marítimas. La
controversia acerca de las 200 millas de
soberanía marítima en
la
zonas pesqueras, reafirmada principalmente por los países latinoamericanos de la costa del Pacifico,
fue
un claro ejemplo de esa nueva situación, sin
precedentes en el pasado.
Sin embargo, el primer gran
debate
ecológico a nivel
Internacional
fue la
Conferencia internacional sobre
la utilización racional y la
conservación de
los recursos de la Biosfera celebrada en Paris durante el mes de
septiembre de
1968 organizada por la UNESCO, en colaboración
con las Naciones Unidas la FAO, la
OMS, el
programa biológico internacional del
consejo internacional de uniones
científicas y la UICN, con una
participación de
240 delegados procedentes de 63
países y de 90 representantes de organizaciones internacionales. La llamada conferencia de la Biosferas popularizó la imagen de Boulding, de la tierra concebida
como una nave espacial de 3500 millones de
pasajeros con recursos limitados que
deben
ser racionalmente utilizados si queremos asegurar la supervivencia de
la humanidad. Imágenes auténticamente revolucionarios en
un contexto “Desarrollista”, únicamente preocupado por conseguir un incesante
crecimiento del PNB, considerado como supremo
índice indicativo
del progreso de los pueblos, ignorando
el grave problema
del paulatino agotamiento
de los recursos naturales y aceptando como un mal menor necesario las consecuencias contaminantes del
desarrollo industrial.
1.4 La Conferencia Sobre
el Medio Humano de Estocolmo.
Al mismo tiempo que se preparaba en París la Conferencia de la Biosfera patrocinada
por la UNESCO, un embajador ante las Naciones Unidas,
el señor Sverker C. Astrom, lograba interesar
a dicho organismo para que el tema
de la protección del
medio ambiente fuera incluido en la agenda de la XXIII Asamblea General decidió únicamente, por medio de la resolución
2398/XXIII, que el secretario general de la
ONU recogiera el máximo de
datos disponibles y propusiera un plan concreto de medidas de protección del entorno. U Thant entrego su informe, el hombre y su
medio ambiente, el 26 de mayo de 1969; la asamblea general decidió que la UNESCO realizara
simposios regionales durante
los
dos siguientes años, a los que seguiría una conferencia
mundial sobre el tema de
la protección ambiental.
A pesar de
todos estos inconvenientes, la conferencia de las naciones unidas sobre el medio humano se celebró en Estocolmo, del
5 al 15 de junio de 1972, bajo la
presidencia del ministro de agricultura
Sueco Ingemund Bengtsson, y con la
participación de 1200 delegados que representaban a 110
países. La secretaría general de
la
conferencia estuvo a cargo del antiguo director
general de la agencia
canadiense para el
desarrollo internacional, Maurice Strong, uno de los principales promotores del encuentro.
Los debates de la conferencia de Estocolmo fueron precedidos por la publicación de
un informe oficioso elaborado por más de un centenar de científicos de
todo el mundo, y cuya redacción final
se responsabilizaron Rene Dubos y Bárbara Ward. Denominado Una sola Tierra: el
cuidado y conservación de un
pequeño planeta, se publicó en diez
idiomas y fue puesto a disposición de todos los delegados, por iniciativa de la secretaría general de la conferencia.
Las deliberaciones de la conferencia se desarrollaron
en tres comités: 1.) Sobre las
necesidades sociales y culturales de planificar
la protección ambiental; 2.)
Sobre los recursos naturales; 3.) Sobre los medios a emplear internacionalmente para luchar contra la contaminación. La conferencia aprobó una declaración final
de 26 principios y 103 recomendaciones con una proclamación inicial de lo que
se podría llamarse una visión ecológica del mundo, sintetizada
en siete grandes
principios.
El mayor logro de la Conferencia fue que todos los participantes
aceptaran una visión
ecológica del mundo, en la
que se reconocía, entre
otras cosas, que
“…El
Hombre es a la vez obra y artífice del medio
que lo
rodea…, con una acción
sobre el mismo que
se ha acrecentado gracias a la rápida aceleración
de la ciencia y de la tecnología…, hasta el punto de que los dos aspectos del medio humano, el natural
y el artificial,
son esenciales para su bienestar”.
El informe expone las evidentes consecuencias sobre amplias
zonas del mundo de
las
actividades de los países
industrializados, se constata que “…Vemos multiplicarse las pruebas del daño causado por el hombre en muchas regiones de la tierra: niveles peligrosos de contaminación del agua, el aire, la tierra
y los seres vivos; grandes
trastornos del equilibrio ecológico de
la Biosfera; destrucción y agotamiento de
recursos insustituibles y graves deficiencias, nocivas para la salud física, mental y social del Hombre, en el medio por él creado, especialmente en aquel en que vive
y trabaja”. A pesar de los criterios
opuestos en materia del
control de la población, todos
los participantes a la conferencia suscribieron que “…El crecimiento natural de
la población plantea continuadamente problemas relativos a la preservación
del medio y se deben adoptar normas
y medidas apropiadas según
proceda, para hacer
frente a esos problemas”. El reconocimiento del carácter mundial de la problemática
ecológica supuso que, además de las acciones a nivel
individual y nacional, se insistiera así mismo en la necesidad “…De una amplia
colaboración entre las naciones
y la
adopción de medidas por las organizaciones internacionales en interés de
todos”.
Entre las recomendaciones estrictamente
ecológicas cabe destacar
las
siguientes: preservación de muestras representativas de
los
ecosistemas naturales en los
denominados “Bancos Genéticos”;
Protección de especies en peligro, especialmente los grandes cetáceos oceánicos; mantenimiento y mejora de la capacidad de la tierra para producir recursos vitales renovables; planificación de los asentamientos humanos, aplicando principios urbanísticos
que
respeten el entorno; evitar la
contaminación a todos los niveles, estableciendo las listas de los contaminantes más
peligrosos, así como las de aquellos cuya influencia puede ser más irreversible a largo
plazo; creación
de un programa mundial sobre el medio
ambiente, patrocinado por las Naciones Unidas y destinado a asegurar, al nivel
internacional, la protección del
entorno.
A pesar de
todas sus limitaciones, la declaración de
Estocolmo, como fue conocida periodísticamente el
texto elaborado por la conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio humano, constituye un
importante documento de referencia obligada por todos
aquellos que
se interesan acerca de la problemática de la
ecología humana. Partiendo
de un criterio puramente ecológico, es posible que
los textos preparatorios tuvieran mayor rigor científico y la
declaración final
incluyeran
cierto número de contra sentidos,
al preconizar simultáneamente medidas de reducción de
la
contaminación ambiental y el
desarrollo acelerado de
proceso industrial en los países del mundo, a pesar de ser la civilización industrial, precisamente, el gran causante de la contaminación y de agotamiento de los recursos naturales. La constatación de estos contrasentidos no invalida, sin embargo, la tesis defendida por los representantes de los países económicamente más pobres,
de que la peor de
las
contaminaciones es la pobreza y que la protección ambiental exige hacer
partícipe a todos los miembros de la familia humana del que se empezaba a denominar “Principio de la
calidad
de Vida”
Al reunirse nuevamente la asamblea general de las naciones unidas,
antes
de finalizar en el
año
de 1972 prosiguió el debate sobre
la problemática del
medio ambiente, a la luz de las conclusiones adoptadas por la conferencia del
Estocolmo. Consecuente
con la declaración
final de la conferencia la
asamblea general adopto
el 15
de Diciembre la resolución 2997/XXIV, por la que se aprobaba la creación de un programa internacional para
salvaguardar el entorno con
un
consejo director formado por
58 estados.
El nuevo organismo se denominó oficialmente Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA) y fue elegido por unanimidad
como su primer director ejecutivo el
canadiense Maurice Strong, que había desempeñado el
cargo de secretario general de
la
Conferencia de Estocolmo. También se decidió que la sede del
PNUMA fuera la
ciudad
de Nairobi (Kenia), para favorecer una mayor participación de los países económicamente subdesarrollados en la problemática del
entorno. Las nuevas oficinas del
PNUMA fueron inauguradas oficialmente por el
presidente Kenyatta el 2 de
octubre de 1973.
Con un presupuesto para los cinco primeros años que sobrepasaba escasamente los
cinco millones de dólares estadounidenses, PNUMA sólo podía colaborar modestamente a la resolución
de los graves problemas ecológicos que tiene
planteados el mundo. La labor más inmediata que se propuso fue la coordinación
de todos los esfuerzos e iniciativas a favor del medio ambiente que surgieron en
los distintos organismos de las propias Naciones Unidas. También seleccionaron ocho
sectores económicos, especialmente importantes en la
lucha ecológica contemporánea, y a los que dedican
especial atención: el petróleo, los vehículos de motor, el hierro y el
acero, el tratamiento de las sustancias minerales, los productos químicos y farmacéuticos, la pasta del papel y el papel, las industrias agrícolas, el ocio
y el turismo.
En febrero de 1974, en los locales del Centro de conferencia
Kenyatta
de Nairobi, el PNUMA reunió a representes de 45 países para lanzar el programa
Earthwatch, cuya finalidad sería el control de los distintos niveles de contaminación existentes sobre la
Tierra. El programa fue aceptado y se decidió la creación de una
red mundial de estaciones de control que
trabajaran con idéntica
metodología y distribuidas de manera
que pudiesen registrar no sólo los
máximos niveles
de contaminación regional, sino también los mínimos, con aquellos porcentajes de
variación
significativos a escala mundial.
Desde la década
de
1950, las Naciones Unidas potenciaron
los
estudios demográficos con el fin de unificar
los criterios para mejorar los censos de población y coordinar la investigación científica ante
el cada día más grave problema de la
expansión demográfica.
Los
primeros hitos
de esa política fueron las dos primeras
Conferencias Mundiales de la Población, celebrada en Roma y Belgrado, en 1954 y1965 respectivamente.
El secretario general
de las Naciones Unidas, Kart Waldheim,
anunció el
20 de septiembre de 1972, que en 1974 sería proclamado año Mundial de la población, con la posibilidad de celebrar durante el mismo la III Conferencia Mundial
de la
Población. Para dicha Conferencia, los representantes de los piases desarrollados del
bloque occidental proponían un Plan de Acción Mundial de Población basada en un mayor
control de la natalidad, para
frenar la que se consideraba
desmesurada
explosión demográfica mundial. Gran número de países del Tercer Mundo se mostraban reticentes
ante ese plan, porque lo consideraban un planteamiento neomaltusianista que atribuía a la superpoblación el origen del subdesarrollo,
cuando la verdadera razón se encontraba en la explotación de los países pobres por
un reducido número de naciones poderosas.
La oposición entre esas dos
perspectivas se evidencio durante
la
celebración de la III Conferencia Mundial de la
Población, que se reunió en
Bucarest (Rumania), del 19 al 30 de agosto de
1974, congregando
a más de 5.000 delegados
procedentes
de 136 países.
1.5 Iniciativas de
los gobiernos.
Las consecuencias cada
vez más graves provocadas por la contaminación del
entorno han exigido de los gobiernos una progresiva atención hacia la problemática del
medio, que se ha traducido, casi siempre, en la creación de nuevos
organismos administrativos especializados, al mismo tiempo que se modernizaba la legislación referente a los porcentajes mínimo tolerados de residuos contaminantes devueltos a
la naturaleza.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Londres realizó un esfuerzo
notable para limpiar
su atmósfera del tradicional smog,
iniciando asimismo un programa de depuración de las aguas residuales que permitieron
que
el Támesis recuperara su fauna piscícola. Sin embargo, como observaba atinadamente Edward Goldsmith en su libro ¿Puede sobrevivir Inglaterra? (1971), el ejemplo de Londres no significaba en modo alguno que las islas Británicas hubieran resuelto el problema de
la
contaminación, sino que se trataba más bien de una costosa operación política de
prestigio, cuya finalidad era tratar de disimular el
progresivo deterioro medioambiental del conjunto
del Reino Unido.
En Estados Unidos, la
presión de los ecologistas y la evidencia de los efectos
desastrosos de la contaminación lograron que la legislación
se hiciera
cada vez más exigente en
lo que se refiere a
los mínimos autorizados de contaminantes
devueltos al
medio ambiente. Durante la década de 1960 se votaron nuevas leyes sobre
la pureza del
aire
y del agua; en
diciembre de 1969 se aprobó una ley de política
nacional medioambiental, que constituyó un primer ejemplo
de ordenación del
entorno considerado como un todo orgánico y tuvo como complemento la creación de una
Agencia para la Protección Medioambiental (Enviromental
Protection
Agency: EPA), organismo especializado
en los temas ecológicos.
A partir de 1970, varios gobiernos europeos crearon, asimismo, organismos oficiales para
la protección del medio
ambiente. A nivel ministerial, la iniciativa más
espectacular fue tomada por el Gobierno conservador británico formado como consecuencia del triunfo electoral de junio de 1970. En un
libro
blanco
titulado la reorganización del Gobierno central, publicado en octubre
del mismo año, el primer
ministro
Edward Heath anunció un nuevo estilo de gobierno basado en la agrupación de
los
ministerios tradicionales en
unos
pocos “superministerios”, con
el fin de organizar el funcionamiento de
la
administración.
Uno de estos
“superministerios” fue el del Medio Ambiente, confiado al secretario de Estado para el Medio Ambiente, Meter Walter, como coordinador del
trabajo realizado por los
antiguos Ministerios de la Vivienda y Gobierno Local, Obras Públicas y Transportes. Unos meses más tarde, en enero de 1971, Francia creó también un Ministerio para la protección de la Naturaleza del Medio Ambiente, que tuvo como
titular a Robert Poujade.
Por lo que se refiere a España, en 1971 se
creó el Instituto para la Conservación de
la
Naturaleza (ICONA), dependiente del
Ministerio de Agricultura, resultado de
la reconversión del patrimonio Forestal del Estado y de la Dirección General de Montes, Caza, y Pesca
Fluvial.
A pesar de
la
multiplicación de
organismos oficiales para la protección del medio ambiente de diferentes países, la política
del
gobierno continuaba
siendo
“desarrollista”: se daba la contradicción de que las peores agresiones contra el equilibrio ecológico eran
planificadas por los mismos gobiernos que creaban
los organismos de salvaguarda.
Referencias
Este capítulo está desarrollado a partir del artículo precursores de la ecología, se han insertado algunas modificaciones. Está disponible en http://www.monografias.com/trabajos7/ecol/ecol.shtml
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